Algunos de sus hijos recuerdan en Ni muerte ni derrota de César Di Candia pasajes de la vida familiar:

Margarita Michelini 

No era un hombre autoritario. Supongo que sería como todos los padres de la época, un reprimido. No tanto en lo afectivo como en lo referente a ciertos tabúes: no había que decir malas palabras, no había que hablar de determinados temas. No nos pegaba ni nos gritaba pero ejercía autoridad. Nosotros sentíamos el temor natural del niño hacia su padre. Después fue cambiando porque fue haciendo una evolución ideológica que también operó en la forma de tratarnos. Había cosas de nuestra educación que dejaba que hiciera mamá y otras no.
Y estas eran casi siempre las más importantes. Aunque también participaba en cosas triviales de la casa, como comprar jabón o pasta de dientes o sábanas. Recuerdo una vez que vino a casa con una montaña de sábanas y frazadas.

Luis Pedro Michelini

Uno de los problemas era la privacidad. Al fútbol siempre llegábamos tarde después de empezado el partido y nos íbamos antes que terminara. Al cine también. Nunca veíamos el final de las películas o lo veíamos antes si era continuado. La gente lo reconocía y no lo dejaba tranquilo. Tenía un rostro muy particular, fácil de reconocer y una impresionante popularidad.

Rafael Michelini

Vivíamos una relación familiar muy típica de familia grande, incluso con sus conflictos y problemas. A veces los juguetes no daban para todos o no coincidíamos en la elección de los programas de televisión y los grandes fastidiaban a los chicos. Pienso que era buen padre. Bromeaba mucho con nosotros aunque también  muy rígido.
Sabía imponernos derechos y obligaciones, pero al mismo tiempo tenía con nosotros una relación cómplice.