Señor Presidente: quiero sumarme al saludo dado a la familia Michelini-Delle Piane, a los compañeros del Nuevo Espacio y del Frente Amplio, a las amigas y amigos que han concurrido a este acto, a la prensa y a los alumnos de la Escuela Nº 113, que lleva el nombre «Zelmar Michelini».
Para mí significa una enorme responsabilidad que la Bancada del Frente Amplio me haya designado para hacer uso de la palabra en este homenaje a Elisa, más allá de que, seguramente, otros compañeros también hablarán en esta instancia.
Sin duda, Elisa fue una mujer que mantuvo un muy bajo perfil y, como decía su hijo Rafael -nuestro compañero y amigo- recientemente, ella tenía la difícil tarea de lidiar con diez hijos y con Zelmar como compañero de viaje. Con el carisma de Zelmar -¡que vaya si lo tenía!- y sus hijos, de todas las edades -muchos de ellos militantes, hombres y mujeres rebeldes que pelearon con convicción durante tanto tiempo y aún hoy siguen firmes en sus posiciones-, uno podía presumir que Elisa no tendría espacio para ningún protagonismo personal. Sin embargo -como bien lo dicen y lo sienten sus familiares más cercanos-, fue una mujer que se hizo un lugar, acompañó a cada uno de ellos en sus luchas, en sus vicisitudes, en sus avatares y enfrentó terribles situaciones, como el secuestro y el asesinato de su compañero Zelmar, el encarcelamiento de sus hijas, el exilio de otros de sus hijos, la crianza de los más pequeños, la búsqueda y la recuperación de uno de sus nietos, todo ello a fuerza de coraje, de dignidad y mucha sabiduría. ¿Qué más se puede pedir que una madre soporte? A veces la vida parece ensañarse con algunas familias, pero sin duda que esta es una realidad que la dictadura impuso no sólo a esta familia, sino también a muchas otras. A pesar de ello, nunca nadie encontró en Elisa una pizca de resentimiento ni de revanchismo, y sí una firme convicción de justicia.
En uno de los tantos reportajes que le realizaron en 1998, le mencionaron que había quienes podían pensar que ella se movía por revanchismo, y Elisa contestó: «Usar un recurso constitucional para anular una ley a fin de que actúe el Poder Judicial, no es revanchismo» y agregaba: «Los Jueces juzgarán y castigarán según ciertas normas y con las garantías que da la ley. No serán ellos verdugos, como nosotros tampoco seremos vengativos al pretender únicamente justicia».
Elisa estuvo en todas las peleas, en aquellas por dar el mayor acompañamiento a sus hijos y a su compañero, pero también en las políticas. En 1971 estuvo en la fundación de los Comités de Base, cuando surgía nuestra fuerza política, el Frente Amplio. Años después, varios de los presos políticos tienen su mejor recuerdo de ella cuando fueron liberados, no sólo por el hecho de volver a la vida en libertad, sino también por cómo encontraron a esta mujer. El señor Senador Fernández Huidobro, nuestro colega y compañero, recordaba recientemente en una nota el momento en que llegó a su hogar, después de tanto tiempo, y Elisa estaba justamente allí, en el festejo conquistado con tantos años de lucha que, como bien dice, protagonizaron principalmente tantas mujeres, casi siempre anónimas, de las que ella fue un ejemplo, «una entre pocas de las que condensaron y convocaron multitudes».
Creo del caso, también, citar el recuerdo de otra ex presa política, «Nené», sobre los consejos que Elisa le daba en sus charlas de las tardes. El recuerdo también lo tenía Dari Mendiondo, después de trece años de prisión, en la Casa del Liberado, sobre su preocupación para que cada uno de ellos volviera a la vida sin que nada le faltara.
Elisa fue una mujer que se propuso, junto a otros, llegar a la verdad y a la justicia sobre los hechos que habían sumido a nuestro país en una noche oscura y que a ella le había tocado tan de cerca. Es así que un 22 de febrero de 1987, junto a Matilde Rodríguez y a María Esther Gatti encabezan la Comisión Nacional Pro Referéndum para la anulación de la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado. Sin duda, esta fue vivida por muchos de nosotros como una ley de impunidad a la que quisimos derogar con el «voto verde», pero el 16 de abril de 1989 el veredicto popular resolvió, por un 57% a 43%, no derogarla, tema sobre el cual aún hoy polemizamos.
A este trío heroico se sumaban otros hombres y mujeres, entre éstas algunas muy queridas y recordadas como Luz Ibarburu de Recagno y «Tota» Quinteros, y hombres como Diego Terra Carve que, increíblemente, junto con Benjamín Liberoff, recorrían y organizaban la pelea por el «voto verde», palmo a palmo, en el interior del país. También podemos mencionar a Alberto Pérez Pérez diseñando la organización de la campaña; al actual Presidente de la República, doctor Tabaré Vázquez, que era el encargado de las finanzas de esa Comisión Pro Referéndum y a tantos otros que, como Elisa, luchaban con convicción, compartiendo esa enorme tarea que significa recuperar los hechos ocurridos para una sociedad, con el objeto de aprender de ellos y no volver a repetirlos, diciendo que «no habrá sociedad justa si no se respeta la dignidad del ser humano».
Su destino fue compartir esta patriada con tantas otras mujeres, esposas, madres y abuelas, a las que seguimos a lo largo y ancho del país, realizando una tarea de información primero, de ganarse ya no la confianza sino la posibilidad de que la gente las escuchara para que supiera que existía una versión no contada sobre los hechos que tanto dolor habían causado a la sociedad. Pero también existía preocupación porque el temor no impidiera el diálogo para que éste abriera paso a la reflexión y, así, tal vez un ciudadano más, en algún lugar del país se sumara a la tarea de conseguir voluntades para que el pueblo decidiera si cedía paso a la verdad o daba vuelta la página, si es que ello era posible. Históricamente está comprobado que los pueblos, cuando se lo proponen, siempre logran que reaparezcan la verdad y la justicia.
No sólo transitó los caminos de nuestro país en esta patriada, sino que en el exterior también se reflejaron sus acciones. La carta que, de puño y letra, escribió al Senador Ted Kennedy fue un ejemplo de esa lucha. Al decir de Rafael, con trazos de Picasso, sencillos pero fulminantes, relató su periplo, el de su familia, el de la sociedad y el de su país. Además, convocó a luchar para lograr un referéndum de forma que el pueblo pudiera expresarse. Ciertamente, sus palabras fueron directo al corazón del Senador Kennedy, quien lloró frente al conmovedor relato. También impactó en la Argentina, que vivía una situación similar pero, sin duda, a la manera argentina, muy diferente a la uruguaya en donde el apego al diálogo y a la reflexión han sido las constantes de esta lucha.
En Suecia y en tantos otros países brindó varias conferencias sobre la importancia del referéndum como medio para afianzar la democracia en nuestro país. En Estocolmo mantuvo varias reuniones, entre las que se destacan la celebrada con Amnistía Internacional, con invitados de todas partes, con mujeres pertenecientes a la socialdemocracia sueca, con organizaciones por la paz y la libertad, con sindicalistas, con representantes del Gobierno y participando, además, en los actos del 1º de mayo de la socialdemocracia y del Partido Comunista Europeo. Fue invitada de honor del Primer Ministro sueco y en todos lados su palabra trasmitía la importancia del referéndum, enmarcado en la lucha del pueblo uruguayo por lograr una sociedad más justa, en la que se respetase la dignidad del ser humano. A todos llegó con su prédica sobre los Derechos Humanos y la situación política en Uruguay.
Compaginar esa titánica tarea e intentar mantener la vida cotidiana de sus hijos e hijas más chicos de la manera más normal posible, solo lo podía encarar una mujer que, como la define Rafael, era sabia frente a la vida. Sin duda que lo era y que tenía mucho coraje, de ese coraje que sólo es posible cuando los desafíos son de la dimensión de los que vivía Elisa. Luchaba, a la vez, por tres generaciones, pero luchaba sobre todo por un futuro que no desgarrara más a los uruguayos en la lucha por recuperar la democracia, entendida esta como el respeto al valor supremo de la vida de las personas. Y no existieron fronteras para esa pertinaz lucha.
Elisa fue un pilar fundamental en la dignidad de nuestro pueblo, reivindicando la vigencia de los Derechos Humanos. La marcha que todos los 20 de mayo realizamos en silencio es y será todo un símbolo del papel que ella jugó por siempre, para todos.
Señor Presidente: es bueno que este homenaje se haga en esta Casa, porque esta es la Casa de la democracia por la que tanto trabajó, para su recuperación, esta mujer; pero también porque desde la misma Banca que hoy ocupa el señor Senador Lorier, luchaba por la democracia su compañero Zelmar, quien lamentablemente no pudo regresar a esa Banca luego de ir a Buenos Aires para evitar que otro luchador, Enrique Erro -que fue recientemente homenajeado por nuestros colegas de la Cámara de Representantes-, volviera al país y fuera detenido o asesinado, como tiempo después le sucedería a él. A ello debemos agregar que en esta Casa están algunos de sus hijos; aunque uno de ellos hoy integre el Poder Ejecutivo, es de esta Casa. Sin duda, esto es una demostración de los valores que impregnan a esta familia, de la cual Elisa fue forjadora: solidaridad, compromiso, memoria, justicia, libertad y democracia.
Creo, señor Presidente que las palabras de Zelmar ante el Tribunal Russell, en 1974, se reflejaron en la lucha de Elisa. Decía, Zelmar: «Nuestra voz es la de todos aquellos que habiendo sufrido no pueden gritar su rebeldía, no pueden proclamar su lucha. Pero no sólo es una voz de acusación y de condena, es también y siempre una voz de esperanza y fe». Sin duda, ella también fue la voz de muchas y muchos de nosotros.
La recordamos, señor Presidente, según sus últimas fotos y como hace algunos meses la vimos en la inauguración de la Plaza Zelmar Michelini en Parque del Plata: con arrugas pero sonriente, con una mirada intensa pero de paz, con una gran dulzura y fragilidad pero más dura que el acero, sabedora del deber cumplido, vencedora del dolor y la injusticia.
Confieso que no soy una mujer de fe religiosa, pero quiero decirles que el significado del nombre Elisa, de origen hebreo, es: «Dios ha ayudado». Para quienes tienen fe en Dios o en las personas, ¡vaya si Elisa nos ayudó con su lucha! También al nombre de Elisa se le da el significado de «aquella que lleva una promesa», y Elisa prometió buscar la verdad y lo hizo hasta el último de sus días.
Señor Presidente: así como a Zelmar, la recordaremos siempre, porque mujeres como ellas, con su ejemplo, harán posible que los sueños de justicia de nuestros pueblos se hagan realidad.
Muchas gracias.