SEÑOR MENDIONDO.- Señora Presidenta, estimados familiares de la señora Elisa Dellepiane de Michelini, estimados amigos, ciudadanos, vecinos, compañeros de lucha que aquí están: bienvenidos.

            Quisiéramos destacar también que Amnistía Internacional nos ha expresado ‑por razones administrativas la nota no llegó‑ su solidaridad con este acto de homenaje a Elisa Dellepiane de Michelini.

            Pensé mucho en qué iba a decir esta tarde, y al final decidí remitirme a un artículo que escribí el día que murió Elisa Dellepiane de Michelini ‑el artículo fue publicado por el diario “La República” cuatro días después‑, en el que creo que están plasmados mis pensamientos y mis sentimientos, como también un análisis objetivo de una personalidad tremendamente exquisita, que realmente engrandece a las mejores mujeres de nuestro país.

            El artículo dice así:

            “Nunca lo olvidaré.

“Fue una mañana soleada de abril, otoño en Montevideo, año 1972; con el entonces senador Jaime Pérez nos correspondía, junto al diputado José Luis Massera, integrar una delegación solidaria con las víctimas de atentados con explosivos por parte de grupos parapoliciales de la época. En esa madrugada, dos domicilios de personalidades de la izquierda fueron objeto de estragos y destrucción”. Anteriormente, lo había sido el del doctor Crottogini.

“En la calle Blixen, barrio Tres Esquinas, vivía el senador Enrique Rodríguez; en Larrañaga (hoy Luis Alberto de Herrera) en el barrio La Mondiola, el senador Zelmar Michelini. Luego de visitar a Enrique Rodríguez” ‑algunos integrantes de la delegación, con el entrañable Mario Benedetti, el doctor Carlevaro y el doctor Anuar Fadol, fueron a visitar al doctor Crottogini; existe una fotografía de aquel entonces en la que estamos todos juntos en la casa de Enrique Rodríguez‑ “con Jaime Pérez y el coronel Pérez Rompani nos dirigimos hacia la casa de Zelmar; con él estaban su secretario, Coitinho, una vecina del barrio y Elisa. Al costado estaban dos niños” ‑hijos del matrimonio‑ “que jugaban entre ellos; en la casa, igual que en la de Enrique Rodríguez, estaban las consecuencias de la deflagración, rotura, escombros, vidrios, destrozos y estragos hechos por la expansión de la carga explosiva. En lo de Enrique Rodríguez encontré a Susana Kvedaras, en aquel entonces esposa del chofer de Enrique” ‑hoy taximetrista‑ “Osvaldo Sardiñas, y me comenta: ‘¡pensar que tras ese ventanal, en el sofá, se quedaba de noche Osvaldo a dormir!’. Miré a Juan Carlos Boccone” ‑un amigo que tiene una chacra en San Jacinto; el Senador Rafael Michelini lo conoce‑ “mecánico de Pluna” ‑fue fundador de la OTAU: Organización de Técnicos Aeronaúticos del Uruguay‑ “que vivía frente a la casa del senador” ‑éramos amigos, y lo seguimos siendo‑ “y le comenté: ‘No era su hora’”, refiriéndome a lo que me decía Susana Kvedaras de su esposo Osvaldo Sardiñas.

“Zelmar nos recibió con la fraternidad que lo caracterizaba; estaba preocupado y nos agradeció la presencia de la delegación. En la mano tenía un fragmento del artefacto; nos lo muestra y dice que el objetivo es destruir, y con ello intimidar y aterrorizar. El coronel le solicita el fragmento de proyectil, lo observa y comenta que no es un artefacto casero. Zelmar se separa para hablarles a Jaime Pérez y al coronel Pérez Rompani. Entonces me aproximo a Elisa; yo la conocía de haberla visto en la casa de Dante Frangoni (violinista del Sodre de la vieja generación, junto a Lauro Fernández, Vicente Boronat, Canesa, Vinisky, al lado de los cuales se formarían los jóvenes músicos Manolo Guardia, Federico Britos y Federico García Vigil); la esposa de Frangoni, Aída, era fundadora junto a Elisa y al doctor Prunel del Comité de Base que funcionaba en lo de Clarita Cotelo, en la calle Presidente Oribe…”; frente a la plaza Madame Curie: ahí estaba el Comité de Base Villa Dolores, comité al que iba Elisa. Rafael Michelini cuenta que a veces, en las horas de presión, difíciles, complejas, Elisa le decía: “Vamos al comité”, y él le respondía: “¿A qué vamos al comité, mamá?”. “Vamos al comité aunque sea a pegar un cartel”. La cuestión era zafar de las presiones tremendas de la época y hacer algo positivo.

            Luego de la caída de la dictadura, este comité fue reabierto; se denominó Comité “La Redota”.

            Continúo con la lectura. “A ese comité, Elisa iba con los chiquilines de Zelmar, en 1971, cuando se fundó el Frente Amplio”. Ella fue fundadora del Frente Amplio.

            “A Zelmar lo conocía desde 1955, cuando la Huelga de la Ferrosmalt, en la cual él y Alba Roballo jugaron un rol decisivo para encontrar solución a un conflicto duro, largo y sangriento”. Esa huelga dejó como víctima a una mujer: María Carmen Díaz. Su muerte dejó a diez hijos sin madre: seis eran menores, el más pequeño tenía ocho años de edad.

            Coincidentemente, en el día de hoy, a las ocho y media de la mañana, enterramos en el Cementerio del Buceo, en el Panteón del CASMU, a la hija mayor de María Carmen Díaz, Telma Casanova, esposa de uno de los principales dirigentes del gremio de la Ferrosmalt, el tornero Mario Pérez. Fue esta mujer y su marido quienes se hicieron cargo de los niños para que no fueran al Consejo del Niño, porque ellos eran capaces de criarlos. A los 37 años de edad, el marido, Mario Pérez, muere rápidamente de un cáncer. La hija mayor de María Carmen Díaz se queda a cargo de sus tres hijos y, además, de sus hermanitos. Hoy son todos adultos; viven en Cerro Norte, Paso Molino… En fin, hoy los acompañamos y ahí nos encontramos con Carlos Falero, quien aún tiene fija en su memoria, en su retina, en sus ojos, la reunión de la Comisión de Legislación del Trabajo, en el Palacio Legislativo, en la que Zelmar Michelini presentó la fórmula para solucionar el conflicto de Ferrosmalt. Él siempre me recuerda que en esa reunión lo de Zelmar fue realmente fantástico, porque estaban en un callejón sin salida.

            Sigo con el artículo. “Entre un escenario de destrucción y vecinos que transitaban por la vereda y miraban con asombro y, por qué no, con temor ante tanta barbarie, entablamos un diálogo con Elisa que me heló la sangre. Con esa serenidad que caracterizaba su personalidad fuerte y con entereza me dice: ‘¡se da cuenta que esa barbaridad casi mata a los niños!’. Por suerte la bomba estalló de costado y no de frente, pero casi les alcanzan los vidrios.

            “Pero la muerte en ese hogar se dio por otro lado, cuatro años después, un 20 de mayo Elisa tuvo que soportar el golpe más terrible de su vida: el asesinato de Zelmar ‑junto a Héctor Gutiérrez Ruiz y el matrimonio Whitelaw‑ y además la presión de sus hijos y la desaparición de su nieto (luego encontrado en Argentina). Sobrevivió con sin igual equilibrio emocional a la vez que con firmeza, con pulso y capacidad de mando timoneó el barco familiar y en el advenimiento de la democracia, liberadas sus hijas Margarita y Elisa,” ‑con quienes compartió cárcel y celda mi compañera, Teresita Cuadrado‑ “su hijo Rafael ‑con 24 años‑ es electo legislador comunal”. Ustedes ya conocen la anécdota ‑ya la he contado‑ de cuando nos encontramos en la calle Agraciada con Rafael Michelini, con Ramón Cabrera y otros Ediles de aquel entonces.

            “14 de febrero de 1985: me liberaron del Penal de Libertad; es de tarde, me llevan a una casa a la calle Ciudadela, o Juncal, Casa del Liberado; en ella, junto a otras queridas madres y abuelas se encuentra Elisa Dellepiane” de Michelini.

            “Allí anotan nombre, apellido y nos entregan la ropa que necesitamos;” ‑porque salimos con casi nada del Penal de Libertad, sólo con el mameluco‑ “hasta el día de hoy, 23 años más tarde, conservo el par de zapatos que el largo brazo de la solidaridad nacional e internacional nos prodigó”. Y no lo conservo en una caja; en algunas ocasiones en que me pongo traje, ese par de zapatos luce en mis pies espléndidamente.

            “Habían pasado 13 años desde abril del año 1972, y ahí, en esa casa, estaba con la mano extendida de la fraternidad Elisa Dellepiane para que a los que salíamos del Penal no nos faltase la ropa que sustituiría al mameluco”, al gris mameluco con el número negro en la espalda.

            “La compañera de Zelmar, la madre ejemplar, la militante frenteamplista, la mujer culta de origen social cultivado, que enraizó su vida con un hombre, una causa, una familia protagonista de la mejor historia de este país, con su trayectoria no hace otra cosa que llevarnos a la imagen de Bertolt Brecht: Madre Coraje, como símbolo de todas nuestras madres que se han jugado por ideas, afectos, el amor a sus hijos, y nuestro querido Uruguay”.

            Quiero destacar que, siendo Senador Rafael Michelini, allá por el año 1995, cuando fallece mi madre ‑etapa en la que yo estaba en otras tiendas políticas‑, fui y le dije: “Murió mi madre. Fue blanca y militante del Partido Nacional, pero necesito que le hagas un homenaje en el Senado porque vos la conociste”. Me respondió: “¡Cómo no!”, y efectivamente habló de Blanca Bidart de Mendiondo en el Senado de la República, y lo hicieron, además, el Senador Segovia, en nombre del Frente Amplio, y el Senador Luis Alberto Heber.

Entonces, en nombre de mi madre y de todas las madres, vaya este homenaje a una Elisa inolvidable. Jamás se borrará de nuestras mentes ni de nuestros corazones, porque estas mujeres Madre Coraje son la historia misma de nuestra patria.

Gracias.

 

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